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Dar la bienvenida a un invitado: pequeños detalles que lo cambian todo

No hay una única forma de recibir, así que ¡sé como eres! Sin embargo, hay una multitud de pequeños detalles que mostrarán a tu invitado que es valioso para ti

La recepción de un invitado es distinta según las personalidades y la historia de cada uno. Algunos planifican y congelan sus platos con anticipación para estar 100% disponibles para su invitado cuando otros prefieren involucrar a su anfitrión en la preparación de la comida para que sea un momento de complicidad. Unos esperan, impacientes, en el umbral de la puerta, mientras otros, en los últimos preparativos, lanzan un generoso «Pasa, pasa» teniendo cuidado de dejar la puerta abierta de par en par. En definitiva, “no hay una única manera de abrirle la puerta a tu familia o a tu amigo”, resume Olivia de Fournas en su bonito libro Donner une âme a sa maison (Dar alma a su casa) publicado recientemente por Mame.

“En el Evangelio, Marta sale al encuentro de Jesús, mientras su hermana se prepara, sentada en silencio en la casa. Ambas lo esperan con todo su ser, pero de manera diferente. La hospitalidad sigue siendo un equilibrio entre el hacer (Marta) y el ser (María)”. Si este equilibrio es único para todos, Olivia de Fournas ofrece, sin embargo, algunas ideas que son a la vez prácticas y espirituales para insuflar un alma en su casa y sublimar su sentido de la hospitalidad. Aquí tienes algunos de ellos, extraídos de su preciada obra, que te convertirán en el más atento de los amos de la casa.

Antes de la llegada del invitado

Cuanto más personalizada sea la bienvenida, más se conmoverá a su invitado. Trate de recordar cuáles son sus gustos. ¿Cómo le gusta que le hagan la cama, apretada o no? ¿Cuál es su plato favorito? ¿Su estilo de música? Olivia de Fournas recuerda a su abuela, reina de la hospitalidad, que la recibió con su postre favorito: “Pensó en mí, recordó lo que me gustaba y se tomó su tiempo para hacerlo. Ya no era un niño entre muchos otros: una persona adulta me individualizó”.

Piensa cómo le gusta que esté la cama, la mesilla de noche, la persiana, la luz…

Intenta adivinar sus deseos, sus necesidades: ¿qué querrá? ¿Naturaleza, cultura o descanso? ¿En qué estado de ánimo viene? ¿Trabajar, reír o consolarse?

No olvides enviarle indicaciones precisas de cómo llegar a tu domicilio. Siempre es mejor tener la dirección correcta, el código correcto, en lugar de explicaciones vagas como: “¡Es la casa blanca a la vuelta de la esquina!”. (Siempre hay muchas esquinas y muchas casas blancas).

Y si tu invitado se queda a dormir, es buena idea preparar su habitación. Es una forma de demostrarle que lo estabas esperando. ¿Por qué no poner allí un ramo de flores, una hoja de papel con el código wifi o una Biblia?

En el momento de su llegada

Cuando tu invitado esté a punto de llegar, ¡atento! El sonido del timbre, tu celular. Tocar el timbre varias veces o perderse en el barrio no es la mejor forma de empezar.

¿Por qué, como la mezuzá judía, no colocas inmediatamente a tu visitante bajo la protección de Dios tan pronto como llega? Con un icono, una cruz, una corona de Adviento o un árbol de Pascua según el calendario, colocado en la puerta o en la entrada.

Si es posible, ¡prepárate! Una mesa puesta, la comida preparada, la cama hecha son todas formas de demostrar que está cuidando a su invitado. Y cuando llegue, se sentirá más bienvenido si estás en la puerta o si la puerta está abierta. Detalles sencillos, pero que demuestren tu cariño o tu amistad. Ten en cuenta las representaciones de la Visitación: la acogida dada a María por su prima Isabel, aureolada de dulzura, ternura y alegría, es un modelo en este sentido.

«La Visitación» pintada por Rafael

Más prosaicamente, también implica tomarle el abrigo y mostrarle un lugar para poner sus pertenencias. “Cada atención, por pequeña que sea, demuestra al huésped cuánto significa para la persona que lo invita”, subraya Olivia de Fournas. Finalmente, no hay “pequeña” atención. Si hace frío, deslizar una bolsa de agua caliente en la cama es la atención más delicada.

En el momento de su partida

En algunos países es costumbre dar la bendición a quien se marcha.

Hubo un tiempo en que era costumbre bendecir a un visitante cuando se iba. ¿Por qué no adoptar esta antigua tradición diciendo “Dios te bendiga” al despedirte? Otro detalle agradable es ofrecerle un pequeño obsequio cuando se vaya: flores o verduras de la huerta, un dibujo infantil, una chuchería más personalizada… Por último, ¿no es el mejor regalo rezar por él durante los días siguientes a su partida ? ¿Y poner en las manos del Señor los proyectos, las penas o los deseos que tu huésped te hubiera confiado?

Fuente:
Mathilde De Robien
Aleteia.org | Español – valores con alma para vivir feliz

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