Los cachalotes son unos de los animales más ruidosos de este planeta. Producen crujidos y chasquidos para comunicarse con otras ballenas que habitan a su alrededor o incluso a unos cientos de kilómetros de distancia. Esa secuencia de sonidos, conocido como ‘codas’, es lo suficientemente complejo como para ser reconocido como un lenguaje. Pero, ¿podríamos entender alguna vez los seres humanos lo que dicen estos populares cetáceos?
La respuesta es que, científicamente hablando, tal vez podríamos. Sin embargo, para ello los investigadores tendrían que recopilar y analizar una cantidad sin precedentes de comunicaciones de diversos cachalotes.
Con cerebros unas seis veces más grandes que el nuestro, los cachalotes (physeter macrocephalus) poseen unas estructuras sociales muy elaboradas, pues pasan gran parte del tiempo socializando e intercambiando codas. Estos mensajes pueden ser breves y durar alrededor de diez segundos o bien durar media hora.
De hecho, la complejidad y duración de las vocalizaciones de ballenas sugieren que, al menos en principio, son capaces de exhibir una gramática más compleja que otros animales no humanos.
Estudiando a los cachalotes
Lo poco que saben los investigadores sobre los cachalotes se ha aprendido recientemente. Comenzaron a estudiarlos en la década de los cincuenta porque notaron que hacían sonidos, y no se supo que empleaban esos sonidos para comunicarse hasta la década de los setenta, tal como recoge el CETI (Iniciativa de Traducción de Cetáceos).
Por otro lado, según la Institución Oceanográfica Woods Holes, los cachalotes son capaces de sumergirse a más de 1 200 metros de profundidad, es decir, tres veces más profundo que los submarinos nucleares. Debido a que a ese nivel de profundidad no hay luz y está completamente oscuro, los cachalotes han evolucionado para alimentarse de calamares y otras pequeñas criaturas marinas. Para ello, hacen uso de la ‘ecolocalización’, un mecanismo que también emplean en sus vocalizaciones sociales.
Los investigadores tienen actualmente grabaciones de unos 100 000 clics de cachalotes, minuciosamente recopilados por biólogos marinos durante muchos años. Sin embargo, para crear algoritmos automáticos de aprendizaje necesitan recopilar alrededor de 4 000 millones de clics. Por eso, los investigadores están creando numerosos canales para grabar a los cachalotes.
Esto incluye desde micrófonos subacuáticos colocados en aguas frecuentadas por los cachalotes hasta peces robóticos que pueden seguir y escuchar a las ballenas discretamente desde una distancia. Pero incluso con todos estos datos, ¿seremos capaces de descifrarlos? Muchos de los algoritmos de aprendizaje automático han encontrado que el audio es más difícil de analizar que el texto.
Las barreras entre las palabras habladas son más ambiguas y menos regulares y, por lo tanto, los patrones pueden requerir más datos para detectarlos.
Además, los investigadores han descubierto que los cachalotes tienen dialectos, según un estudio publicado en la revista Royal Society Open Science que analizó las codas de nueve grupos de cachalotes distintos en el Caribe durante seis años.
Lo que un cachalote le dice a otro sigue siendo tan intrigante y oscuro como las aguas en las que nadan, pero ese misterio hace que cualquier tipo de respuesta valga la pena.