Nuestra imagen de Urano no ha avanzado sustancialmente más allá de ser la bola azul sin rasgos distintivos capturada por los instrumentos de la Voyager 2 en 1986.
Pero el año pasado, mientras revisaban los archivos de la NASA, dos científicos planetarios notaron algo que los análisis anteriores habían pasado por alto: una falla en el campo magnético de Urano mientras la nave espacial atravesaba una especie de burbuja magnética.
Los nuevos resultados, que apareció el verano pasado en Geophysical Research Letters, nos descubre un Urano mucho más fascinante de lo que creíamos. El vuelo de la Voyager 2 solo pudo detectar esta estructura durante 60 segundos de las 45 horas que duró la recopilación de datos. Apareció como una señal muy rápida de arriba abajo en los datos del magnetómetro.
Distorsiones magnéticas
Gina DiBraccio y Daniel Gershman, del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, son dos de estos investigadores. Motivados por el creciente interés de la comunidad en los planetas ultraperiféricos, pasaron horas procesando manualmente los datos de treinta años de una nueva manera. Y entonces vieron el plasmoide.
Un plasmoide es una estructura coherente de plasma confinada gracias a un campo magnético. Los plasmoides han sido propuestos como una explicación natural a los rayos globulares, a las búrbujas magnéticas en la magnetosfera, y a otros objetos en colas de cometas, en el viento, en la atmósfera solar o en la corriente heliósferica.
Los cuerpos celestes femeninos de Urano
Los científicos consideran que los campos magnéticos de un planeta pueden protegerlo, evitando que el viento solar destruya la atmósfera. Sin embargo, estos campos también pueden generar opciones de fuga. Esto lleva a que los científicos presten especial atención a los campos magnéticos de un planeta para comprender cómo se comporta su atmósfera. El eructo magnético que el Voyager 2 atravesó fue el primero para Urano.
Se parece bastante a los que se observan en Saturno o Júpiter, pero con una masa mayor: este plasmoide formó un cilindro aproximadamente 22 000 veces más grande que la Tierra: 204.000 kilómetros de largo y 400.000 kilómetros de ancho.
El planeta que se llamó Jorge durante 40 años
Los científicos están particularmente interesados en estudiar los plasmoides porque estas estructuras pueden extraer partículas cargadas de la atmósfera de un planeta y arrojarlas al espacio. Si cambias la atmósfera de un planeta, cambias el planeta mismo. Más descubrimientos de este tipo podrían permanecer en los archivos, en espera de nuevos análisis.
Fuente:Sergio Parra
Xataka Ciencia