Se ha aceptado de forma generalizada que los mamíferos con cuerpos más grandes o tasas metabólicas más lentas que viven más tiempo, pero un nuevo análisis estima que lo determinante para ese efecto es el número de neuronas en la corteza cerebral, con independencia del tamaño del cuerpo.
La cantidad de neuronas que encuentra en el córtex de una especie predice alrededor del 75 por ciento de toda la variación en la longevidad entre las especies, incluidos los seres humanos. El tamaño corporal y el metabolismo, en comparación con los estándares habituales para comparar animales, solo predijeron entre el 20 y el 30 por ciento de la longevidad según la especie.
Neuronas corticales
Lo más importante es que se consideraba a los humanos como una rareza evolutiva con largos períodos de infancia. Pero esta investigación, publicada en el Journal of Comparative Neurology, encuentra que eso no es exacto. Los humanos tardan tanto tiempo en madurar como se espera en función de su número de neuronas corticales, y viven el tiempo que se espera de allí en adelante.
En el estudio, se examinó más de 700 especies animales de sangre caliente de la base de datos de AnAge, que recopila registros completos de longevidad. Luego comparó estos registros con sus extensos datos sobre la cantidad de neuronas en los cerebros de diferentes especies de animales.
Si los animales más grandes viven más tiempo, los gorilas deberían vivir más que los humanos, pero no lo hacen: los humanos les sobreviven. Porque, dado el número de neuronas en nuestra corteza, los humanos tardan todo el tiempo que deberían en alcanzar la madurez sexual y viven el tiempo que se espera para su número de neuronas.
No se sabe muy bien por qué mayor número de este tipo de neuronas te permite ser más longevo. Una hipótesis es que, a más tiempo de vida, mayor es la probabilidad de que mueran neuronas de este tipo, que probablemente no se pueden reemplazar. Pero si tienes muchas neuronas, esa muerte importa cada menos durante más tiempo. Y esas neuronas son importantes para vivir: entre otras cosas, de ellas dependen las funciones fisiológicas, ritmo cardíaco, frecuencia respiratoria y funcionamiento del metabolismo.
Fuente: Sergio Parra
Xataka Ciencia