Tras los interminables meses de agobio, consagrados a limitar los efectos de la pandemia, los laboratorios farmacéuticos han encendido una luz al fondo del túnel, a la que todos buscan aferrarse. Pero las cosas no son tan simples ni todas las vacunas son iguales.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) una vacuna es una preparación destinada a generar inmunidad, estimulando en el paciente la producción de anticuerpos. Si bien el objetivo es el mismo, hay diferentes modos de conseguirlo: las vacunas más comunes son vacunas de virus debilitados o atenuados, que generan una respuesta inmunitaria fuerte y de larga duración.
Por otro lado, el último grito en la materia, la novedad del año, son las llamadas vacunas de ARN mensajero. La novedad es que en lugar de introducir el patógeno debilitado, se inyectan instrucciones en el paciente para que sea el propio organismo humano que lo produzca. El cuerpo reconoce este elemento como extraño y comienza a fabricar las defensas que generan la inmunidad.
Es el caso precisamente de las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna, la primera ya autorizada en Gran Bretaña. Pero cómo recuerdan diferentes especialistas, el primer test humano de una vacuna ARN, es relativamente reciente. Una falta de perspectiva suficiente para recoger datos y procesarlos debidamente, sumada a la escasez de publicaciones científicas que las validen.
Sin olvidar los efectos secundarios reconocidos, que si bien son leves cómo -dolores musculares, migrañas o fatiga- no han sido suficientemente estudiados. Todos estos factores hacen que la noticia de las vacunas, ya prácticamente disponibles, haya despertado no solo el entusiasmo sino también algunas reticencias, no solo entre los pacientes.
Fuente: Las vacunas contra la Covid, entre el entusiasmo y la duda. Por Salud 360.