Quizá te has preguntado cuál es la diferencia entre el diálogo y la discusión, pero una pregunta aún más importante es: ¿Cómo puede mejorar mi relación si, como pareja, apostamos por el diálogo y no por la discusión?
¿Eres de las personas que se empeñan en defender sus puntos de vista y debatir del tema que sea con tal de ganar en la conversación? Si es así entonces estás hablando desde tu ego y no desde tu corazón; como debería de ser si te concentraras en dialogar en lugar de discutir con tu pareja.
Las personas que gustan de discutir se acaban por convertir en adeptos a polemizar, es decir, se dedican a llevar la contraria: si dices que es blanco, de inmediato dicen que es negro; y si sostienes que es a la derecha, discuten que es a la izquierda. Son «contreras» que se oponen a lo que el otro dice. Y eso lleva a una relación muy polémica, que acaba por ser desgastante.
La gran diferencia entre dialogar y discutir
Por principio, ambas son una manera de comunicación y se tratan de intercambiar las opiniones y puntos de vista, que pueden llegar a ser muy opuestos.
Cuando son tan diferentes, generalmente se intenta defender la propia opinión, con las ganas de convencer al otro, y así pronto se cae en una discusión. Llegado este momento, se involucran toda clase de emociones, en especial se exhalta el enojo, aparece la irritabilidad, surge el orgullo y el ego, y hasta el miedo y el coraje. Todo como resultado de que el enfoque principal es ganar la conversación, con los propios argumentos, y no tratar de comprender el punto de vista de la otra persona.
En cambio, el diálogo es una manera de comunicación más abierta y flexible, pues el enfoque principal es buscar comprender bien lo que el otro expone, poniendo atención profunda a lo que trata de decirnos y teniendo la intención de llegar a un mutuo acuerdo y encontrarle una solución al tema que se está tratando.
Ya no se trata de defender o atacar un punto de vista, ni de ganar una disputa. Por eso el diálogo es el tipo de comunicación que debemos de promover.
Otra importante diferencia es que ,cuando dialogamos, tratamos de sacar lo mejor de nosotros mismos, narramos acontecimientos y relatamos nuestras experiencias con el fin de dar a conocer lo que sentimos o pensamos y no tratamos de convencer ni de argumentar nada. Solo Compartimos lo que hemos vivido y tenemos en el corazón.
Esto lleva también a una lucha de poder, por querer imponer y someter al otro al pensar que mis percepciones y conocimientos son mejores y más acertados que los suyos. Al estar en este plan es muy fácil ofender a la pareja, especialmente cuando se le insinúa que es una persona tonta o necia porque no quiere darle al otro la razón.
Diálogo como respuesta de una relación significativa
Martin Buber, un filósofo y teólogo muy conocido por su concepto de «Diálogo Yo-Tu», explica que cuando hay una relación humana más auténtica y significativa entre dos personas se práctica el diálogo sin la necesidad de discutir, porque no se trata de utilizar ni someter al otro ya que ambos se identifican como sujetos únicos e iguales; ninguno intenta abusar o sacar algún provecho, sino que buscan una conexión sincera, amorosa, profunda y respetuosa.
Para Buber el diálogo genuino es indispensable para una mayor vida espiritual, porque realmente establece una conexión profunda entre el yo de ambos. Hay apertura y una comprensión del presente de cada uno. El experto incluso llegó a mencionar que cuando hay un verdadero diálogo, se incursiona en una vía que conduce a lo sagrado, a lo divino y de esta manera, se exhaltan los valores espirituales más elevados.
En cambio, cuando discutimos caemos en las más bajas emociones y muy fácilmente se abren las puertas de la agresividad, el enojo, la ofensa y el insulto, lo que lleva a un deterioro en la relación y a una posible ruptura. De aquí la gran importancia que tiene practicar el diálogo con la pareja y no tratar de discutir para nada y de ningún asunto.
Amar no es tratar de enfrentar, ganar y convencer, sino de escuchar y comprender para, finalmente, conocerse profundamente y gozar de la mutua alegría y paz interior.
Fuente: Guillermo Dellamary
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