Aún las obras más grandes comienzan siempre con pequeños actos. Los largos viajes se inician con un solo paso. Las Ecoaldeas son uno de esos brotes pioneros que genera la Humanidad, buscando reconciliarse con la Vida. Comunidades cuya viabilidad abre una esperanza legítima para todos.
Utopía es, etimológicamente, un “lugar que no existe”. Fue el nombre que le puso Tomás Moro en De optimo reipublicae statu de que nova insula Utopia (1516) a un país imaginario con cuyas características sociales, económicas y políticas buscaba inspirar a la Europa del naciente siglo XVI. Con el tiempo, al adjetivo utópico se le endilgó la acepción de “irrealizable”, casi siempre de manera peyorativa. El mundo “civilizado”, marchaba al ritmo inexorable del progreso científico y tecnológico hacia un prometido edén bajo las casi divinas leyes del mercado, y no tenía ni tiempo ni ganas de entretenerse con experimentos que implicaran una integración respetuosa con el mundo natural.
Hoy, aunque muchas sociedades e individuos siguen encandilados con el espejismo tecnocrático, demasiadas evidencias de su fracaso han hecho crecer el número de personas en búsqueda de otros modos de vida. La devastación ambiental y social que todos podemos palpar a diario y que se viene agudizando desde hace décadas, animó -aunque suene paradójico- a superar las respuestas.
Cuestión de tamaño
Los núcleos urbanos no surgen “espontáneamente” en un sentido casual. Nacen debido a necesidades inducidas por distintos factores que actúan sobre los grupos humanos. Podemos arriesgar que según sea el grado de conciencia, libertad y autonomía de las personas que se incorporan a una localidad, serán las condiciones de vida de tales asentamientos.
El proceso impulsado por la revolución industrial continúa manteniendo su “lógica” de expulsar gente de las zonas rurales, de la producción primaria de bienes, para favorecer la acumulación del capital que requiere mano de obra y materia prima baratas y a su alcance. Es un sistema prepotente que asigna roles a grupos y regiones sin consultar el interés ni las necesidades locales. Como resultado de este proceso, las ciudades se van deformando en lo que hoy conocemos como “megalópolis”, con sus tremendos índices de desempleo, inseguridad y carencias de todo tipo que ya ni siquiera alcanzan a ser aliviadas por el asistencialismo del Estado, las iglesias y algunas ONGs.
Cuanto más grande se vuelve una ciudad, más incontrolable y ajena se torna para sus mismos habitantes, no sólo porque estos ya ni se conocen lo suficiente entre sí, sino porque la dimensión de los problemas de convivencia con el ambiente empieza a superar la capacidad de respuesta comunitaria. Las actitudes antisociales y antiecológicas parecen multiplicarse en la medida en que crece el extrañamiento del habitante.
La cuestión, entonces, de la actitud individual frente al ambiente humano y natural, se funde dentro del planteo integral de una organización social, económica y política orientada en la búsqueda consciente .
Regenerar es la idea
Ecovillas, Ecopueblos, Ecoaldeas. Los nombres pueden variar, los matices pueden ser muchos, pero en esencia se trata de lo mismo. En palabras de Robert Gilman, “son a escala humana, asentamientos ‘completos’, donde las actividades humanas están integradas sin provocar daño al mundo natural, de tal modo que permitan un sano desarrollo humano, y que pueda ser continuado satisfactoriamente en un futuro indefinido”. Utopías en construcción permanente, pero tangibles ahora mismo; probables anticipos de lo que podría ser el planeta entero si la semilla de estos intentos se multiplicara hasta conformar una “masa crítica”, es decir, un número de comunidades suficiente como para inclinar a toda la Humanidad en ese rumbo.
Llamar “alternativos” a estos emprendimientos no alcanza. No son sólo “otra” cosa sino que pretenden ser algo mejor, profundamente mejor que lo que estamos viviendo. Por eso les cabe el término “regenerativos”, ya que no buscan restaurar aspectos aislados de la vida humana dentro del mismo sistema dominante, sino replantear el cuadro completo, holísticamente, única manera de que en verdad funcione.
No se trata de comunidades “verdes” en un sentido cosmético sino, en su interpretación más honda, “eco (del griego “oikos”: casa) lógicas”, concibiendo al planeta (y a cada uno de sus hábitats) como la gran casa de todos, implicando una auténtica renovación espiritual, cultural, económica, política y social.
Algunos detractores hablan de un “retorno al primitivismo”, augurando privaciones y pesares, sin profundizar su análisis acerca del contenido real, ni la viabilidad a largo plazo, de uno y otro modo de vida.
Las Ecoaldeas son un replanteo tan visceral de la sociedad humana que ponen en un plano completamente nuevo todas las cuestiones referidas a la alimentación, la salud, la educación, la seguridad y demás temas que hoy martirizan a la mayor parte de la población.
Desafíos múltiples
Las Ecoaldeas asumen una tarea compleja: crear un sistema armónico que supere la dualidad “cultura-naturaleza” y que neutralice cualquier impacto ambiental negativo derivado de la actividad humana. En otras palabras, hacer de la “sustentabilidad” una vivencia cotidiana, infinitamente más que un concepto de moda en los discursos empresariales y políticos. Para eso deben encontrar maneras de preservar los hábitats naturales del lugar, producir alimentos, madera y otros bio-recursos, procesar los residuos orgánicos y líquidos generados en la Ecoaldea y verter el menor residuo tóxico posible, reduciendo al máximo toda generación de basura.
En el área de la construcción ambiental, una Ecoaldea debe contemplar el empleo de materiales ecológicos, usar fuentes de energía renovable, minimizar la necesidad de transporte motorizado, lograr que las construcciones tengan un buen equilibrio entre lugares públicos y privados, que estimulen la interacción comunitaria y den cabida a una diversidad de actividades.
Sustentabilidad económica
Un tema crucial para las Ecoaldeas es el desarrollo de un sistema económico capaz de sostener el desenvolvimiento humano, partiendo del principio de equidad, de no explotación de personas ni lugares, ni del futuro en beneficio del presente. Necesita determinar qué actividades económicas son sustentables en relación tanto a los aldeanos como al ambiente, lo que dependerá de las características de cada lugar y de las capacidades de los habitantes.
La producción agropecuaria “orgánica” ocupará, naturalmente, un lugar central en ese sistema. En la medida en que el número de Ecoaldeas vaya aumentando, también se hará necesario resolver cómo se efectuarán los intercambios entre ellas. El trueque puede ser un mecanismo válido.
Organización
Otro punto a resolver, y que atraviesa todos los demás aspectos, es el sistema político que adoptará la Ecoaldea. Es decir, cómo se tomarán las decisiones, con qué método y para qué tipo de decisiones; cómo se solucionarán los conflictos y cómo se harán cumplir las resoluciones comunitarias. Incluso será preciso considerar la relación entre la Ecoaldea y las autoridades de la zona donde se encuentre. La mediación parece ser una herramienta útil para dar respuesta a tales cuestiones.
La cohesión grupal es un elemento básico que parte de una visión compartida acerca del tipo de vida que se busca desarrollar y de la construcción conjunta, paulatina y continua del proceso.
Todos estos desafíos requieren un tiempo probablemente mayor que el esperado, pues se trata de muchos cambios en ámbitos diversos, donde es necesario aceptar la complejidad para encarar avances ciertos. La impulsividad, la impaciencia y la intolerancia definitivamente no sirven para construir una Ecoaldea.
Conseguir los terrenos y reunir un grupo bien motivado debe complementarse con un diseño adecuado para cada situación concreta. No es preciso comenzar “desde la nada” ya que varias Ecoaldeas ofrecen asesoramiento y hay bastante información disponible.
Las que ya están
Algunas de las Ecoaldeas en marcha son Lebensgarten (Alemania, creada en 1985), Findhorn (Escocia), The Farm (EE.UU.), Huehuecoyotl (México), Sasardí (Colombia), Crystal Waters (Australia) y Ecovilla Gaia (Argentina), entre otras. En 1994 se creó la Red Global de Ecoaldeas (GEN, según la sigla en inglés) con el objetivo de fomentar el desarrollo de asentamientos humanos sostenibles, favorecer el intercambio de información entre los asentamientos y difundir mundialmente el concepto de Ecoaldea.
Todas las Ecoaldeas presentan distintas etapas de evolución y no han logrado aún el estado “ideal” que propone el concepto. Sin embargo, se trata de un “viaje” que recién comienza y que nutre su vitalidad de saberse en el camino correcto, tal vez el único que ofrece una digna y posible continuidad de la especie humana.
Por Alejandro Alvarez. Editor de El Arca del Sur, Abogado y Coordinador de Prensa y Difusión del Ce.Pro.Nat. – Publicado en El Amb
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