Empresas y reforestación. Además, en paralelo a esa expansión de la vegetación (que no necesariamente del bosque), en nuestro país se da un preocupante proceso de desertificación. Que, en los últimos sesenta años, se ha traducido en la transformación semiárida de una superficie equivalente a la de Cataluña.
Pero esta implicación no está exenta de algunas ideas preconcebidas que hemos detectado en nuestra trayectoria de más una década apoyando la labor reforestadora de muchas empresas. Cito algunas:
La preferencia por plantar en sitios “bonitos”.
La preferencia por los árboles, a veces con cierto desprecio hacia los arbustos.
La idea de que todo espacio desarbolado debe ser reforestado.
La creencia de que priorizar las especies con más capacidad teórica de fijar/compensar CO₂ es la mejor opción para la naturaleza y para enfrentar el cambio climático.
Plantar árboles, ¿un objetivo en sí mismo?
La realidad lleva a matizarlas todas. La confusión puede nacer en el mismo momento en que se plantea cuál es el objetivo de la reforestación. A veces nace porque las personas de la empresa encargadas de llevar a cabo esta acción ni siquiera se preguntan cuál es su objetivo. Y no lo hacen porque creen que cuando se plantan árboles solo puede haber un objetivo, que es… plantar árboles. Sí, son legión quienes consideran que plantar árboles es un objetivo en sí mismo.
Si lo que se pretende es realizar una jornada de voluntariado corporativo en un sitio bonito, evidentemente tiene sentido buscar un bello espacio natural. Si se quiere compensar emisiones, lo apropiado es plantar aquellas especies que presenten una mayor tasa de fijación de carbono. Y Si se cree, como comentaba en el párrafo anterior, que plantar árboles es un objetivo en sí mismo, por qué no plantar en una zona esteparia, en un terreno salino o yesífero o en una turbera.
Si a quienes promueven la reforestación les atrae la fuerza simbólica de nuestras especies nobles, como la encina, el roble o el haya, entonces los arbustos son un estorbo. Ahora bien, si esos son nuestros objetivos, una cosa está clara: nuestros recursos no maximizarán el beneficio para la naturaleza; es más, podría ser que incluso la dañáramos.
Ideas preconcebidas que conviene matizar
La búsqueda del sitio “bonito”. Aunque a veces paisajes sin valor ecológico nos parecen bonitos (podría ser el caso, por ejemplo, de una frondosa ladera sin un solo árbol autóctono), lo normal es que esos paisajes bonitos tengan un estado de conservación mejor que otros que no nos parecen tan bellos. En Madrid es paradigmático el caso de la cotizada Sierra de Guadarrama. Por supuesto, es posible trabajar en ella para mejorar sus ecosistemas, pero, en términos generales, éstos se encuentran en mejor situación que los de otras comarcas. Reforesta tiene varios proyectos en esas montañas. Pero también en el este y sureste de Madrid, comarcas que algunas empresas se resisten a pisar.
La preferencia por los árboles
También hemos encontrado empresas (pocas afortunadamente) que sólo quieren plantar árboles. Para Reforesta esto es un problema, ya que si de verdad queremos ayudar a la naturaleza (es decir, ayudarnos a nosotros mismos), es necesario que ésta tenga todas sus piezas. Y los arbustos, las pequeñas matas leñosas como el tomillo o el espliego e importantes herbáceas como la atocha y el albardín, son una pieza esencial. Porque proporcionan alimento y refugio a la fauna y establecen relaciones con otras especies de flora y de fauna, fortaleciendo así el ecosistema.
Reforestar sí o sí
Cuidado. Las características naturales de ciertos espacios relegan a los árboles a un papel secundario o incluso nulo. Es el caso de las turberas y de las áreas salinas y yesíferas. Que tienen una peculiar vegetación adaptada a sus condiciones un tanto extremas, que difícilmente soportan los árboles.
La compensación de CO₂
Más allá de lo relacionado con la fiabilidad del cálculo de la compensación, hay aspectos en los que una reforestación, cuyo objetivo es maximizarla, puede no ser adecuada para restaurar el ecosistema. Es de destacar al respecto que hoy día apenas existen cálculos de capacidad de absorción de CO₂ para los vegetales no arbóreos. Por lo cual muy frecuentemente éstos se omiten en los proyectos. La realidad es que una reforestación con una buena representación de especies autóctonas, que incluya arbustos e incluso herbáceas, fijará más carbono a medio y largo plazo. Porque disminuye el riesgo de retorno del carbono a la atmósfera por quema o seca.
Esto es así debido a que la diversidad aumenta la resistencia a la sequía, a las plagas y a los incendios. Y promueve una más efectiva regeneración natural a partir de los ejemplares plantados. Dando lugar a más vegetación y más sana y beneficiando también la capacidad de secuestro del carbono por parte del suelo. Por último, dado que los árboles fijan más carbono cuanto más crecen, y crecen más en la España más húmeda y fresca, se llevan a cabo muchos menos proyectos en las regiones cálidas y secas, que son las más expuestas a la desertificación.
El “para qué” importa: plantemos para restaurar ecosistemas
Entonces, al reforestar ¿cuál es el enfoque que más agradece la naturaleza? Pues aquél que más le ayuda a recuperar su salud, que es la nuestra. Y éste es el de la restauración de ecosistemas que contempla una variedad de especies autóctonas adaptadas a las condiciones del lugar. Que se atreve con sitios “difíciles” asumiendo plazos largos y aprovecha los elementos ya existentes que pueden jugar a nuestro favor, como es el relieve y la presencia de rocas y arbustos que protejan a los arbolillos. A menudo será necesario comenzar plantando pequeñas matas y arbustos y esperar unos años a que crezcan para plantar a su sombra especies arbóreas. Que también podrán aprovechar la materia orgánica acumulada por esas plantas pioneras.
O habrá que huir de los llanos que, sin embargo, pueden ofrecer la foto buscada de la multitud de plantones, y plantar de forma más discreta en pequeños rodales en los que potenciaremos las relaciones de cooperación entre especies. Habrá incluso que construir pequeños elementos que den sombra donde no la haya, como muretes de piedra o cúmulos de madera. Y habrá que elegir especies que favorezcan especialmente a la fauna, como las que dan fruto o néctar, así como aquellas cuyas semillas tengan más facilidad de dispersión. Al respecto de todo lo anterior, recordemos que Naciones Unidas ha declarado el periodo 2021-2030 como Década para la Restauración de los Ecosistemas.
En definitiva, las empresas que se embarcan en una reforestación tienen ante sí la maravillosa oportunidad de ayudar realmente a la naturaleza. Al tiempo que aprenden muchas cosas sobre el funcionamiento de los ecosistemas e incluso participan con sus propias manos en la reforestación. Démosle el máximo sentido y utilidad a lo que hacemos. Especialmente cuando lo hacemos con nuestra sincera preocupación y nuestra mejor intención.
Fuente: Redacción ECOticias – J
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