Hay muchos subgéneros en Los reyes de la casa (Les enfants sont rois), esta muy buena novela de la francesa Delphine de Vigan, su última obra traducida al castellano. Tenemos el thriller, en su dinámica de suspense; el policial clásico, con sus guiños de pistas, inspectores y sospechas; el drama puro, narrado con el ojo denunciador en un problema gestado en tiempos de hiperconectividad, pero que desnuda una cuestión de fondo que cruza todas las épocas. También, la distopía, utilizada aquí muy inteligentemente como propuesta de una reconstrucción histórica.

Esa cuestión de fondo que cruza todas las épocas se enfoca en los derechos infantiles: los niños usados para cumplir mandatos ajenos y satisfacer las ambiciones paternas. Lo demás es historia y armazón que converge ahí. Es también este libro de 350 páginas un pretexto para exponer esas arbitrariedades educativas, el daño que las exigencias narcisistas proyectadas en los hijos provocan en su desarrollo emocional, bajo el formato de una literatura ágil e intensa.

¿Pero qué hace que uno no pueda dejar de leer el libro? Hay una historia que de entrada seduce desde su nudo argumental: una usuaria de YouTube cuelga videos de sus dos hijos pequeños hasta que se produce la misteriosa desaparición de uno de ellos. De ahí explota una trama rica en ritmo, tensión y conflicto que activará una red de relaciones temáticas que irán desde la pérdida de la intimidad y la esclavización de la figura infantil hasta la fantasía y el goce que proyectan las pantallas y las redes sociales. Todo esto bajo el paraguas de una investigación policial que una inspectora joven, con un pasado de vínculos infrecuentes y lábiles, deberá resolver contrarreloj. Así planteado se pueden apreciar sin sorpresa las piezas características de un policial hecho y derecho, pero serán los desvíos del argumento y la arquitectura formal los mojones de su originalidad.

El contraste entre las personalidades de los dos personajes principales, la madre youtuber y la policía, es un elemento que también ayuda a motorizar. Mélanie y Clara fascinan por lo que el lector le reprocha, a una, y aprecia, en la otra, ese concepto valorado que marcará el territorio de los hechos: la intimidad –y lo que cada una hace con ella–. Mientras una la expone con fruición, la otra la protege con la pudicia de un tesoro huidizo, aun a costa de poner en riesgo sus frágiles felicidades.

El miedo a la mirada ajena, desde pulsiones completamente opuestas, colocará sin embargo a ambas mujeres en un plano de igualdad frente a sus propios demonios. Sus consecuencias conducirán hacia un final quizás amasado con un tufillo aleccionador, pero resuelto con la precisión y la potencia de las historias redondas.

• Los reyes de la casa. De Delphine de Vigan. Editorial Anagrama. 340 páginas. $ 4.950.

Fuente: Augusto Porporato
La Voz