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Columna de Norberto Worobeizyk – Angustia existencial

Angustia existencial

La soledad de los líderes, el precio de la libertad

Estimados lectores y lectoras

Según mi experiencia y de acuerdo  a lo que opinan  y publican los profesionales respecto a este tema, y ante mi sorpresa, aprendí que la  angustia existencial, es mucho más normal y común de lo que pensaba, la cual por lo visto, nos acompañará durante el transcurso de nuestras vidas.

No solo la sufren las personas que llevan una vida totalmente desordenada en todos sus aspectos, sino que también los que consideramos que hacemos todo lo correcto para vivir sanos y equilibrados.

La angustia de las personas hoy pasa por dos cosas: la depresión, estar decepcionados de la vida, y la otra es la falta de autoestima,  cuando la gente no se siente bien consigo misma y no se valora.

Hablar de la angustia implica entrar en un tema tan antiguo como el mundo o, al menos como la existencia de las personas, ya que desde el nacimiento aparece la angustia, acompañando y tiñendo ese momento único e irrepetible que es el ingreso a la vida.

Desde el psicoanálisis se ha hablado muchísimo sobre este tema, pero sin la intención de caer en tecnicismos y pretendiendo hacer de esta lectura algo amena y entendible, debemos en primer lugar desmitificar a la angustia y quitarle la máscara de ogro que posee.

Si hay angustia es porque hay conflicto y si hay conflicto tenemos la posibilidad de hacer algo con eso.

En torno a la angustia hoy, podemos observar que cuando hablamos de ella hablamos de lo mismo, tanto en la Edad Media como en el siglo 21. Porque si bien muchísimas cosas han cambiado, evolucionado, y progresado a lo largo de los siglos, la angustia, que es un malestar tan antiguo como la vida misma, siempre es angustia de lo mismo.

Aunque la causa manifiesta, la evidente, la que vemos y la que desencadena esa sensación desagradable se coloque diferentes máscaras (estoy angustiado porque no consigo trabajo, porque mi pareja me dejó, porque extraño a un ser querido);  el nudo o la esencia que genera la angustia no deja de ser otra que una angustia existencial.

La angustia existencial es el malestar que aparece por sentirse vacío, sin motor, sin rumbo, sin energía ni motivación, es decir, sin deseo.

La angustia es un malestar tan antiguo como la vida misma.

 

Esto es lo que lleva a la depresión como un estado en el que rige la ausencia de deseo que lleva a la falta de ganas, de intención, de voluntad. Pareciera que todo significa lo mismo y lo que no aparece es un propósito.

Como si la vida misma no tuviera un sentido. No encontrarle un propósito a la vida, una misión, una razón de ser, hace que se pierda el rumbo y que claramente la persona se sienta en medio de un círculo que aparentemente no tiene salida.

La angustia es un sentimiento que acompaña invariablemente al hombre porque es expresión de la conciencia de su inevitable libertad.  El hombre es una consecuencia de lo que él mismo ha decidido ser.

Tres afectos que acompañan a la libertad: la angustia, el desamparo y la desesperación.

La angustia no es por ningún motivo concreto, ni de ningún objeto externo, es miedo de uno mismo, de nuestras decisiones, de las consecuencias de nuestras decisiones. Es la emoción o sentimiento que sobreviene con la conciencia de la libertad.

Como el hombre es una consecuencia de lo que  ha decidido SER (con la mochila de variables que ha heredado y no eligió) la angustia aparece junto al miedo en el encuentro con uno mismo, al saberse responsable de su propia existencia. Y al reconocerse libre para  poder elegir. Libertad y responsabilidad: dos potentes causas de la angustia.

En la búsqueda de algunas respuestas

Trabajar en uno mismo implica, entre otras cosas, encontrarle un propósito a la vida, que al mismo tiempo construirá confianza y valoración en lo que uno es como persona y en lo que puede llegar a hacer.

La felicidad tiene tantos sentidos y significados como personas hay en este mundo. Pero en líneas generales podría señalar que el hecho de sentirse libre y contar con las habilidades, estrategias, herramientas y recursos para poder afrontar la adversidad, lo que no se puede cambiar, aceptar lo que escapa de nuestro control y desde allí  proyectar de qué manera continuar, es lo más parecido a la felicidad, como sinónimo de bienestar, de disfrute y de placer. Atribuirse el derecho a elegir desde lo más genuino, lo más íntimo y lo más sincero con uno mismo.

¿Cuál sería la salida o la solución entonces a este malestar?

Encontrarle un sentido a la vida, el que fuera, el que uno elige, el que lo hace sentir pleno, realizado, con un fin, con una misión. El para qué estamos en este mundo y el qué vinimos a hacer, es lo que moviliza, motoriza y hace que no todo nos dé lo mismo. Eso que nos impulsa a levantarnos cada mañana, a tener objetivos, planes, proyectos, lo que nos emociona y nos hace justamente sentirnos vivos.

Norberto B. Worobeizyk    

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