Cristianismo – 2200 millones de fieles. Islam – 1600 millones de fieles. Hinduismo – 1050 millones de fieles. Budismo – 488 millones de fieles. Sintoísmo o shintoísmo – 104 millones de fieles. Todos conocemos las religiones mayoritarias. Pero ¿y las cientos minoritarias? ¿Cuál es la diferencia entre estas y aquellas? ¿Y entre las oficiales y las populares?
Un grupo de antropólogos e historiadores de la religión han querido responder a esa pregunta comparando religiones oficiales y populares en el siguiente estudio.
Diferencias y parentescos
Las grandes tradiciones son alfabetizadas, autorizadas y reguladas centralmente, y además tienen lugar en ambientes urbanos. Las pequeñas tradiciones son populares, no autorizadas y localmente variables, y mayormente tienen lugar en el medio rural.
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Los autores de este estudio plantean así que las grandes y pequeñas tradiciones son fruto de distintas formas de cooperación: la tradición grande sostiene la cooperación y lealtad con grupos más grandes que incluyen extraños sin relación de parentesco. La tradición pequeña serviría para sostener la cooperación con familiares y amigos, es decir, una cooperación a pequeña escala y más local donde el énfasis está en las relaciones interpersonales.
Para investigar más esta teoría, se llevó a cabo una serie de estudios con seguidores de grandes y pequeñas tradiciones dentro del budismo Theravada birmano. El budismo birmano Theravada proporciona una vívida ilustración de los principales puntos de contraste entre las grandes y pequeñas tradiciones, debido al abismo entre el budismo doctrinal y las creencias y prácticas locales ‘animistas’, que incluyen la devoción a los espíritus y semidioses (nats), magos (weikza) , y otros seres, así como la astrología y la magia.
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Paralelamente, además, surgen las llamadas religiones laicas, que pueden observarse en algunos movimientos sociales y, sobre todo, políticos. En A Theory of Political Parties: Groups, Policy Demands and Nominations in American Politics, de Kathleen Bawn y sus coautores, se ofrece una explicación: los programas coinciden cada vez más con los intereses de los activistas, y hay diversos incentivos psicológicos para radicalizarse. Podéis abundar en ello en el siguiente vídeo:
Fuente: Sergio Parra
Xataka Ciencia