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Criptografía y el misterio del hombre de la máscara de hierro

El Hombre de la Máscara de Hierro fue un prisionero francés de la segunda mitad del siglo XVII y uno de los más famosos de la historia de Francia. El misterio que rodea su identidad ha alimentado novelas y películas.

Cuenta la leyenda que en la década de 1670 los habitantes de Pignerol (hoy Pinerolo, Italia), en el ducado de Savoya, pudieron ver pasear por las torres rampantes de la prisión a un hombre cubierto con una máscara de terciopelo negro. Los guardianes decían que se le trataba con exquisita cortesía, y que incluso cenaba con el comandante de la fortaleza. Un día, el misterioso prisionero arrojó una tablilla escrita desde lo alto de la muralla. Un aldeano la recogió, pero rápidamente fue detenido por los soldados. Le costó varias semanas, encerrado en una oscura y fría celda, convencerlos de que no sabía leer ni escribir y que no formaba parte de ninguna conspiración para liberar al prisionero.

Los primeros registros que se conservan del famoso prisionero enmascarado son de finales de julio de 1669, cuando un ministro de Luis XIV, el marqués de Louvois, envió una carta a Bénigne Dauvergne de Saint-Mars, gobernador de la prisión de Pignerol (que en ese momento formaba parte de Francia) informándole de que iba a llegar el próximo mes un prisionero llamado Eustache Dauger. En la carta la daba una serie de instrucciones, como que debía preparar una celda con varias puertas que se cerraran una sobre otra, y así evitar que nadie desde el exterior pudiera escuchar accidentalmente cualquier cosa. Además Saint-Mars debía ver a Dauger una vez al día para proporcionarle comida y cualquier otra cosa que necesitara. Además, debía decir a Dauger que si hablaba de cualquier otra cosa que no fuera sobre sus necesidades inmediatas, sería ajusticiado, pero, añadía Louvois, el prisionero no debería exigir mucho pues solo era «un ayuda de cámara».

El 30 de abril de 1687 fue trasladado a la prisión de Sainte-Marguerite, una isla enfrente de Cannes. Ese mismo año, una gaceta jansenista especificaba las circunstancias de su llegada: «M. De Cinq-Marc (sic) transportó por orden del rey un prisionero del estado desde Pignerol a las islas de Sainte-Marguerite; Nadie sabe quien es; está prohibido decir su nombre y hay orden de matarlo si él lo pronunciase (…) llegó en un palanquín con una máscara de acero en el rostro».

La llegada a la Bastilla

El asunto empezó a ser conocido con la llegada de un prisionero a la Bastilla el 18 de septiembre de 1698. Según el teniente del rey Étienne Du Junca -responsable de la famosa prisión-, se trataba del mismo prisionero enmascarado de Sainte-Marguerite. Pronto se empezó a hablar de este extraño personaje del que todo el mundo desconocía todo. Durante mucho tiempo fue tema de conversación en la Corte, pero nadie pudo averigüar ni un ápice.

El hombre de la máscara murió el 19 de noviembre de 1703 tras 34 años de encarcelamiento, aparentemente siempre bajo custodia del mismo carcelero, Bénigne Dauvergne de Saint-Mars. En el registro penitenciario de la prisión, que llevaba du Junca, aparece la siguiente anotación: “habiéndose encontrado un poco mal al salir de misa, falleció el día de hoy a las diez de la noche […] y este prisionero desconocido mantenido por tanto tiempo, fue enterrado el martes a las cuatro de la tarde del 20 de noviembre en el cementerio de Saint-Paul, nuestra parroquia; en el registro mortuorio hemos dado un nombre tan desconocido y el señor de Rosarges, alcalide, y el señor Reil, cirujano, firmaron en el registro”. Y añadió al margen: «se pagaron 40 libras para el entierro”. El registro parroquial revela que se le enterró bajo el nombre falso de Marchioly. Se destruyeron todas sus pertenencias y las paredes de su celda fueron raspadas y encaladas.

Mucho se esforzaron para borrar a ese hombre de la historia. ¿Quién fue ese misterioso personaje? Alejandro Dumas especuló en El hombre de la máscara de hierro que se trataba del hermano gemelo de Luis XIV. Otros rumores apuntaban a un hijo ilegítimo. La lista de candidatos propuesta a lo largo de la historia es larga.

Dibujo de La Bastilla

La Bastilla

Una carta encriptada

En 1891 un oficial francés interesado por la historia llamado Victor Gendron descubrió una carta codificada. Se la envió a Étienne Bazeries, de la Oficina de Cifras del Ministerio de Asuntos Exteriores. Bazeries estaba interesado por la criptografía gracias a los periódicos. Por entonces era bastante común que las personas casadas se pusieran en contacto con sus amantes a través de anuncios en los periódicos utilizando códigos secretos. Sus autores jamás pudieron imaginar los muchos ranchos que amenizaron sus mensajes en el cuartel de Bazeries.

Poco a poco sus habilidades se fueron incrementando, hasta que fue capaz de leer sin dificultad los códigos del ejército francés. Su fama creció tanto que le reclamaron del Ministerio de Asuntos Exteriores: acababa de convertirse en un criptoanalista profesional. Bazeries empezó a interesarse por antiguos códigos franceses que estaban aún por descifrar. Con paciencia acabó por leer la correspondencia secreta de las épocas de Luis XIV y de Napoleón. Fue en ese momento cuando le llegó la carta encontrada por Gendron.

Bazeries sospechaba que cada uno de ellos se correspondía con una sílaba del francés y, además, que las letras individuales podían estar representadas por uno o más números. El más frecuente era el 22 -aparecía 187 veces-, seguido del 124, 42, 311 y 125. Bazeries supuso que se correspondían con las sílabas más frecuentes en francés, por lo que asignó al 124 la palabra les, al 22 en y al 125 y 146, ne. Al final pudo descodificar el mensaje.

Era una carta del ministro de la guerra, el Marqués de Louvois, al teniente general Nicolas Catinat, comandante en jefe del ejército en el Piamonte. En ella contaba cómo el general Vivien de Boulonde había sido detenido por huir durante el sitio de Cuneo (1691) y encarcelado en la fortaleza de Pignerol, donde estaría encerrado por las noches pero que durante el día “podría pasear por las almenas con 330 309”. Estos eran dos números que no aparecían en ninguna otra parte del texto y era imposible de discernir su significado por el contexto. Bazeries conocía la historia del hombre de la máscara y supuso que 330 significaba masque y 309 era un signo de cerramiento. Así, Bazeries anunció que el hombre de la máscara fue el general Boulonde.

Ahora bien, resulta extraño que la palabra máscara, que no suele formar parte del lenguaje militar, fuera encriptada únicamente con un número, algo que sólo sucede con las palabras más usuales. El resto se componían como cadenas de números que representaban letras. Además, Boulonde sobrevivió cinco años a la muerte del hombre de la máscara.

En 2015 se descubrían los inventarios de bienes y papeles del carcelero Saint-Mars (un inventario, de 64 páginas, fue elaborado en la Bastilla en 1708; el otro, de 68 páginas, en la ciudadela de Sainte-Marguerite en 1691). Estos documentos se habían estado buscando en vano durante más de un siglo y se pensaba que se habían perdido. Fueron descubiertos entre los 100 millones de documentos del Minutier central des notaires de Paris, uno de los departamentos del Archivo Nacional Francés que guarda las actas de los notarios que ejercieron en París entre finales del siglo XV y principios del siglo XX. Estos documentos confirman la avaricia de Saint-Mars, que ‘desviaba’ los fondos que enviaba el rey para mantener el prisionero. También describen una celda ocupada por el prisionero enmascarado: contenía tan solo una estera para dormir.

A pesar de todos los esfuerzos por identificarlo, seguimos sin saber quién fue encerrado y borrado de la historia por orden expresa de Luis XIV.

Fuente: MuyInteresante.es

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